Mañana de sol en el Aljarafe sevillano. Mundo Flamenca recibe su porción de luz y calor. El desfile de Susana es el primero pero no empieza a su hora prevista. No importa. Yo me pierdo entre bambalinas, saludando e incluso ayudando a colocar flores en el pelo. Estoy en mi salsa. Trajes que suben y bajan, olor a laca y caras recién maquilladas. Cuerpos que se llenan de volantes y mantones, cabezas cubiertas de pañuelos y peinetas. 26 grados a la sombra y un público radiante que espera a ambos lados de la pasarela, y la prensa nerviosa, al frente. Parece que fuese la primera vez para todos. Son los albores de la primavera, que ya se sabe… la sangre altera.
La colección de Susana está dedicada este año a la memoria de esas grandes mujeres, llenas de fuerza y escasas de miedo, que fueron las cigarreras sevillanas. Mi corazón se emociona. Mi tía abuela se ganó la vida de cigarrera. Mi mente divaga, me acuerdo de lo que nunca he vivido pero imaginar no me cuesta. Allí en la Universidad de Sevilla, calle San Fernando, casi un siglo antes mi pariente allí sentada. Colores de sangre, luto y paz bañando estancias donde luego yo asistiría a mis clases y jornadas universitarias. Cuantas vueltas da la vida, pero las mismas ganas de vivir, el mismo ímpetu, generación tras generación. Así son las mujeres de Susana. El desfile se lo brindó a su madre. Mujer luchadora y reivindicativa donde las haya. “Es la primera vez que no voy a una manifestación del Día de la Mujer Trabajadora, pero es que tenía que estar con mi niña...”- me contó la mamá de Susana. Su otra hija, vino de América a desfilar para su hermana –cómo tira la sangre-.
Susana también heredó de su casta esa alma de luchadora y llegará lejos. Porque se lo curra, porque se lo merece… Como dirían en la Maestranza de Sevilla una tarde de toros cualquiera: -este post, lleno de todos mis mejores deseos- VA POR TI MAESTRA.
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